La reciente Navidad, me recordó que también creí en el “pascuero”, esa ansiedad por dormirse temprano, para que cuando llegara a dejar los regalos, sólo estuvieran prendidas las luces del árbol de navidad. Recuerdo también que era el primero en despertar y corría a ver que me había dejado… Entre ellos todo los regalos, un casette de Topo Gigio, que traía la canción si yo fuera presidente, y que conservé hasta hace algunos años, a pesar que muchos sostengan que es diabólico.
No existían “celulares”, ni “i-pod’s”, ni “computadores”… Honestamente la falta de ellos no generó ningún trauma en mi (o al menos eso creo), porque pude adaptarme fácilmente a su aparición. Son un complemento de mi vida, de gran utilidad como una juguera o un microondas, pero tengo una vida más allá del monitor o la ventanita de mi celular.
Las tardes de verano se pasaban con amigos en la calle, hasta que nos llamaran a “entrar”, sin el peligro de ser raptado por extraños, para extraerme los órganos y venderlos. La vida era aparentemente apacible, no existían más preocupaciones que ir al circo, a jugar a la plaza o ir al aeropuerto a mirar los aviones que salían. Cuando aún no era masificada la industria del cable, los canales nacionales eran lo máximo, nadie mataba a nadie y los malos siempre se hacían amigos de los buenos, mención aparte merece Cachureos.
Aún me siento a escuchar (a veces hasta bailo) aquella música que marco mi infancia, y aunque suene a retro, mi placer culpable es escuchar música kitsch… Usé el “corte príncipe” y “jardinera” de color amarillo, si es que mal no recuerdo. También jugué con tierra, con barro y con agua… Aquello no me tuvo en el hospital las 24 horas del día, aunque mi hermano fue un poco más “pollo” y amanecía morado en las mañanas.
Tal vez las distintas relaciones sociales se antepusieron ante el individualismo y el “yoismo” actual. Aprendí a fortalecer lazos y valorar lo sencillo de una familia, una canción, un abrazo. Comprendí que con el tiempo nos ponemos serios, pero no es razón para que mueran también nuestras ideas y terminemos por matar lo que realmente somos… El producto de nuestras experiencias.
Por sobre todo aquello de naturaleza material, que se corroe con el tiempo; atesoraré una grata infancia, con toda clase de momentos. Una invitación a tratar de hacer algo por este alicaído mundo en el que vivimos. Aunque conozco marcadas excepciones… Yo también nací en última generación cuerda.
P r i n c i p i t o
”Desde mi Principado para el Mundo”
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