domingo, 20 de agosto de 2017

sábado, 22 de julio de 2017

En julio que se fue...

Debe existir una razón para detenerse a mirar cuántas estrellas se han ido apagando en el cielo, debe existir una razón para que ellas se apaguen y se pierdan en la inmensidad del firmamento y también para saber la razón de que haya otras nuevas que han comenzado a brillar. La vida tiene un poco de eso: de dulce y agraz, de la inmensidad y lo particular... De cuantificar la razón y de también de aquello que solo se vive. sin embargo, debo reconocer que también se trata de proyectos en continua construcción, marcado por aciertos o errores, produciendo aquello que denominamos aprendizajes y nos hacen mejores personas –en el mejor de los casos–.

Las formas en que buscamos el amor y las relaciones sociales, constituyen aquello que hemos construido, convergiendo en una suma de coincidencias que no tienen que ver con el azar. Finalmente, la sociedad constituye una suma de sujetos (y subjetividades), como muestra de lo que somos nosotros mismos. Es también la forma de comprender nuestra finitud e inmanencia en el tiempo, aquellas estrellas que siguen encendidas por millones de años, sin molestar y esperando que algún día también les llegue su hora, pero que de alguna forma no han resuelto el motivo de su brillo.

Por otra parte, las pérdidas también reflejan una parte propia de nuestro ser, nos abren caminos que nos llevan a una secreta intimidad, como muestra de un vacío que o se puede determinar. Por eso mismo, es enfrentarse a un vacío propio, una carencia o simplemente una ausencia que ha dejado de resplandecer... La caída libre a la que tememos, pero, a la vez, estamos dispuestos a enfrentar.

Algunos vacíos dejan sus destellos entre los recuerdos que logramos ordenar,  a veces, solo con el fin de darle un sentido a la existencia, inversamente proporcional al vacío propio de la existencia.
En ese sentido, la noche es, en parte, un reencuentro permanente con la ausencia y la nostalgia. Esa mezcla extraña entre la luz que se ha ido y la luz que está por venir, nos transporta a la vida cotidiana y el mundo de la vida. Es el momento en que se despojan las máscaras construidas a lo largo del día, en un acto de sinceridad y amor propio (si algo queda), desprendiéndonos de un mundo vertiginoso y sin sentido, paradójicamente darle una orientación a nuestra existencia.

finalmente, para darle algo de sentido a todo aquello que pasó, incluso lo inacabado... porque., incluso ello, forma parte de cada uno de nosotros...

jueves, 8 de junio de 2017

Vida en Espiral

Me cuesta escribir en pasado y no es por falta de capacidad para desprenderme de algo (lo que sea), sino, creo se debe a mi gran capacidad de estar perdido... Siempre. A veces, siento que mi vida es un eterno presente, en el cual todas las situaciones y experiencias son capas que van sobreponiéndose unas sobre otras. 

En ese caso, sería una especie de "eterno retorno" (si no fuera porque no creo que la vida sea circular). Simplemente no tiene sentido la acumulación de experiencias que terminarían en un permanente "empezar de cero", con lo cual estaría despojado de todo sentido y siempre habría un nuevo comienzo.

Entonces, la vida no es más que una espiral, nace de un punto de luz y jamás tendrá fin. Es una experiencia que se vive en sólo un instante y se hace realidad al proyectarse sobre la oscuridad. Puede llegar tan lejos como quiera y, por ello, debe tener algún sentido, más que el hecho de simplemente existir.

Y vuelvo a casa, aunque nada tiene sentido y tampoco pareciera haber encontrado alguno, seguiré avanzando a un lado del camino...

sábado, 19 de noviembre de 2016

Esencias de hoy


Existe un momento en que se requiere hacer una pausa, ante tantos sucesos rápidos y fugaces. Los seres humanos somos extraños. No sólo logramos sentir el agobio de la vida, sino que además nos sentamos a meditar sobre ello: sus causas, consecuencias y el estado en que nos encontramos (señalo a un ser medianamente consciente de sus actos y, por tanto, capaz de pensar que existe algo más que una "pata de conejo" que oriente su vida.)
Entonces, enfrentamos una suma de sucesos externos que son igualmente de significativos que nuestra propia experiencia, reafirmando que algo de lo que hacemos está en lo correcto, o bien, negándonos la oportunidad de ser felices, como castigo permanente por no haber obedecido las reglas del sistema que regula nuestras vida. Suena catastrófico pensar que al resistir, nos encontramos condenados adrede al martirio y, de alguna forma, no sólo es así, sino que además es premeditada y consciente.

Al fin y al cabo es una opción personal, en cuya decisión predominan las construcciones sociales que nos han impuesto (entre ellas: la moral) y en la cual confluyen los mundos internos que interactúan con los "otros" mundos, mediados por la voluntad. Me refiero a aquellos espacios que aun desconocemos, pero que hemos habitado permanentemente porque pese a la diferencia en la forma, siguen siendo lo mismo en el fondo. De alguna manera, conforman la esencia como categoría aristotélica de la cualidad humana.
¿Y qué tiene que ver con cada uno de nosotros?
Nada, porque al final de todo, no somos nada frente al vacío y lo mismo ocurre ante la mismísima nada.
¿Existe algo que podamos hacer?
Sucumbir y resistir. El que se ha entregado al sinsentido de la vida carece de la vitalidad necesaria para ir contra una corriente permanente. En consecuencia, esta muerto y arrastrado por la multitud.
Lo sé, la mayor parte del tiempo me hallo perdido (y me encuentro) en un mundo de ideas sueltas, a veces, tan complejas que ni yo mismo las puedo asir, pensando en que ambos estados implican una condición y una cualidad.

Suena extraño pensar que existe un mundo mejor y, cuando nos ocupamos de tantas cosas, nos cobijamos en que una "suerte" que creemos echada y mala. Sólo entonces la vida tiene un sentido, en que la palabra se vuelve imagen y como imagen solo tiene dos sentidos: lo que consideramos bonito y, por ende, bueno frente a aquello que no lo es.

sábado, 20 de agosto de 2016

Pienso en ti

Nos conocimos a destiempo, un momento en nuestras vidas que simplemente no tiene explicación, más que haber coincidido en el lugar preciso y a la hora indicada. Tal como si alguien escribiera el libreto de nuestras vidas, pero que manifiesta una existencia vacía de argumentos, llena de historias y tan absurda (a veces) que parece una película de cine de autor.

Existe un tiempo para el cambio y, por supuesto, cuesta desprenderse de todo aquello que hemos naturalizado como parte de nuestra existencia. Entonces, aparece una y otra vez, el problema del ser y su propósito en la vida, el retorno y la levedad, los sueños y la realidad. En fin, la existencia misma.

De alguna forma, siento que se repite una historia inconclusa, a la que decidí poner un término anticipado, antes de su evidente vencimiento. Tampoco veo interés, el mismo que me reprochas, cuando llegué a perder los sentidos perdiéndome en tu inmensidad y en mis reflexiones inconclusas que ahora me llevan por caminos de incertidumbre.

Detrás de cada historia que no comenzó y, en cada amanecer, se ha desperdiciado una oportunidad que no volverá, pero que nos perseguirá para siempre. Si existen otras vidas, es probable que se comentan los mismos errores, entonces: ¿algo tiene sentido?

Al recordar tus manos sobre las mías, siento una inmensa necesidad de poder volver a revivir aquel instante, una y otra vez, hasta sentir el vacío que me aísla del mundo, pero tú, tan lejos de mi, como si “algo” debiese entender sobre la ausencia. Me mantengo detrás del silencio y de tu silencio, esperando volver el tiempo atrás, mientras comprendo que nuestra humanidad es tan limitada e inconsistente que nuestros caminos no se volverán a reunir. Mientras espero tu llegada sorpresiva, intempestiva y soñada, pienso en ti.

sábado, 21 de mayo de 2016

Enormidad

"Dedos"(2008) Nick Eberhardt
No entiendo el funcionamiento del universo y me declaro en total ignorancia al respecto. Tal vez su método, sistema o estructura es tan simple que, en algún momento, acabé perdiéndome en uno de sus terminales inalcanzables y –de todas formas– todo sigue funcionando como un reloj que nunca falla.

De pronto comenzó a sonar, nuevamente, “Lucha de gigantes” y resulta una analogía de tantas cosas: lo que fue, lo que soy y lo que pretendo ser. Un viaje inmediato a personas que estuvieron, que están y aquellos que –no tengo como saber si inevitablemente– estarán.

Por cierto, en “un mundo descomunal” es raro saber que el “ser” y el “estar” sean tan distintos y similares a la vez, ligados a una ausencia, existencia y permanencia del ser, o sea, una especie de objetos presos de su propia “fragilidad”, a la espera de algo que termine por salvarnos.

Dicen que cada día mueres un poco; sin embargo, yo creo que se muere varias veces en la vida y hoy es una de esas caídas que se pudieron evitar. En algún momento hemos tenido fracasos tan terribles en que muere un sueño y morimos con él. Intentamos continuar, pensando siempre en lo que pudo ser: “un sueño tonto”. Al menos queda un poco de consecuencia y racionalidad que no consuela internamente, sentirnos un poco menos quebrantables a la vez.

Momentos y experiencias traumáticas son las vuelven a replantear la existencia, la suma de errores cometidos, aunque sabes tiene una falla estructural, intentas explicar y seguir con nuevos bríos. Todo tiende a empezar de nuevo, las cosas toman su rumbo y el tiempo se convierte en eso, intentar un curso relativamente “normal” de la existencia, esperando que algo nos salve de nuestros propios miedos.

También dicen que cuando comienzas a recordar –y a añorar– es porque te estás volviendo un poco más viejo; yo creo que es debido a que no está funcionando algo, como quisiésemos que fuera. Años atrás, probablemente hubiese dicho que es parte del aprendizaje, que “algo” o “alguien” quiere ponernos una prueba en nuestro camino; en el presente, no es más que una falacia del autoengaño. Significa mirar nuestros actos, en perspectiva de lo que hemos construido y un intento –vano– de poder remediarlo.

A estas alturas, en que todo parece vacío, donde hemos asumido la responsabilidad de nuestros actos, más allá del conocimiento empírico y/o práctico que hayamos acumulado, terminamos preguntándonos: ¿Qué es la vida? Acaso es ¿La suma de experiencias que ni siquiera tienen un sentido para nosotros mismos? Es ¿Ser felices? Entonces, ¿Qué es la felicidad?

Sin duda, no pretendo dar respuestas a esas preguntas existenciales que todas las personas –racionales– nos hemos hecho, en algún momento de nuestra vida. Sólo intento entender contra qué “monstruo de papel” estoy luchando cada día, al que conozco y –que pese a todo– no pretendo dejar que gane esta batalla. Siempre existe una oportunidad –o esperanza– de algo que nos motiva a seguir. Y todo comienza una vez más…

viernes, 25 de marzo de 2016

Viernes Santo y otras nostalgias



Este viernes "santo" es diferente, en realidad, últimamente todos los días son diferentes. El tema es que todo cambia, tan rápido, sin sentido y me da pánico ser el protagonista de una historia en la que me sienta espectador.
Recuerdo que las decisiones más difíciles se basaban elegir ver entre algunas series de televisión que se proyectaban simultáneamente, elegir algún sabor de yogurt o de más grande elegir si asistir o no a alguna cátedra libre. Cuando eres adulto, de lo que te das cuentas porque hay miles de personas recordándotelo, esas decisiones parecen ser más complejas. De alguna forma te encuentras interfiriendo en procesos y proyectos de vida de otras personas y solo te das cuenta cuando todo está jodidamente perdido.
Si ya es un problema tener que asumir responsabilidades, un conflicto mayor es pensar profundamente, mirar adentro, buscando una respuesta que -tarde o temprano- aparece. Una idea que ronda en la cabeza como ánima buscado descanso, pero que no se es capaz de asumir ni de afrontar... y así pasan los días, semanas, años en que todo sigue igual, pero que algo ha cambiado.
Siento el agobio de una modernidad que no tiene más sentido que existir vacía y sola; de personas que se han quedado prendadas como un recuerdo que se diluyen con la llegada del amanecer y un presente líquido que fluye hacia el mar del sinsentido... Y esto que era un simple estado se convirtió en una reflexión sobre pasados que no pasan o de presentes perennes -que es peor-.