
Al mirar nuestro alrededor para saber en que planeta divagan nuestros sueños, surge una imperiosa necesidad de entender que vivimos un continuo presente olvidado, invitándonos a gritar que la vida es aquí y ahora. Dejando de culpabilizar a los demás por ocultar sol, tomando las riendas de nuestra vida. Aunque no logremos comprender que es necesario derribar las viejas estructuras que nos persiguen; intentando volar sobre los caminos grises e inciertos.
Al rozar nuestro tiempo con el tiempo del mundo, se levanta un abrazo seco y dulce que se pierde en el atardecer del mar.
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