sábado, 12 de septiembre de 2015

Errores

"Exposición Accidental" David Ritter (c) 2015
Reconozco que he cometido muchos y variados errores en mi vida, por una parte debería sentirme orgulloso de ello, pero la culpa impuesta por la sociedad occidental hace que me sienta un raro objeto de atención. Algunas de mis fallas personales me han servido para aprender lo difícil que es vivir, aunque resulte evidente para muchos(as) que no han cometido tales atrocidades –de momento no he matado ni he herido a nadie– como el daño que se puede causar a la personas que se quieren, por culpa de decisiones no pensadas. Otros errores fueron (son) una falta simple que me permitieron no volver a cometer las mismas caídas, mientras que algunos se convirtieron en una falla permanente, a tal modo que no sé si pueden llamarse “simples errores”, son parte de la estupidez humana o constituyen una falla sistémica, basada en la concepción personal que he construido sobre el mundo.

Los errores son, en cierto modo, la representación de una ausencia o carencia. Son también la suma de fallos y disposiciones desarrolladas en el tiempo, la falta de –no hacerle caso a– presentimientos y, en fin, de hacer caso omiso al sentido aparente de las cosas, el sentido común en el mayor de los casos, buscando un bien superior que parece inexistente. Por otra parte, prefiero creer que constituyen un aprendizaje basado en el “ensayo-error”, asentado en las estructuras básicas de nuestra existencia y heredados mediante la evolución y/o simplemente una forma de construir el mundo mediante caminos menos convencionales.
Es cierto que los errores están presentes en gran parte de mi historia personal, aunque debo señalar que existe una culpa compartida. No puedo atribuirme la culpa con exclusividad, ya que de una u otra manera el destino y/o karma han jugado sus cartas en mi contra en más de alguna ocasión y esto no es, de manera alguna, una justificación; por el contrario, es una revolución personal, considerando el “exitismo” predominante.
Las equivocaciones no están exentas de una cuota de culpa e incluso de un padecimiento que puede transformarse en dolor y volvernos personas tan amargas como "el natre"; aunque en este punto, quiero insistir que es producto de la herencia judeo-cristiana que nos impone el castigo como una forma de redención. Sin ello, no tendría sentido nada, la culpabilidad nos amarra y sin la libertad de cometer errores no se podría ser “una mejor persona”. Por ello prefiero creer que está permitido fallar, en más de una ocasión, redimirnos y crecer.
Tanto el error como la equivocación responden a un sistema de valores alojados en nuestra construcción social de la realidad, dejando que se vuelvan un axioma que domina gran parte de nuestras acciones. Las personas, en general, compartimos las mismas experiencias, pero algunos aprenden más rápido de ellas, mientras que otros nos demoramos y sacamos un mayor provecho de ello. No me arrepiento de mis decisiones y con ello asumo cada uno de mis errores, he aprendido que la perfección no es más que un paradigma al que se recurre constantemente para mostrarnos la dominación y control bajo la que nos encontramos. Podemos errar, pero siempre debemos tener presente que aunque no nos dañe a nosotros mismos, genera un daño en el otro y volvemos al principio: “Reconozco que he cometido muchos y variados errores en mi vida…”

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