"Luna" Mihai Loan. (c) 2015 |
Tal vez exista una razón para detenerse a mirar la cantidad de estrellas que existen en el cielo, aquellas que se han apagado con el tiempo y las estrellas nuevas que han comenzado a iluminar nuestros días, acompañando nuestra existencia. Tal vez es solo un momento que nos anuncia el cambio inminente y es que la vida tiene un poco de eso, de ciclos que se abren y ciclos que se cierran, mudanzas y algunas cosas que solo están presentes en nuestros imaginarios construidos.
Soy un proyecto en continua construcción, hace mucho tiempo tras, como las estrellas. No niego que existan errores que –en el mejor de los casos– producen aprendizajes y me han hecho una mejor persona. La verdad es que no he aprendido de nada y termino tropezando con la misma piedra ligera y quién sabe… ¿la eternidad del “karma” me castigará? O ¿una buena estrella se apiadará de mí? Las decisiones tienen un poco que ver con las consecuencias, decidimos “ser felices” sin contemplar las pérdidas y los daños que se producen en el camino.
Una inminente ausencia se adueña de todo lo que hago, haciéndome creer que existe un futuro perdido en la nada. Por ello, las pérdidas reflejan una parte propia de nuestro ser, insisto que es una carencia que se instala en una “secreta intimidad”, como vacío que no se puede determinar y nos mantiene en la intermitencia entre el ayer y el ahora que nos empuja a pensar a pensar un futuro que no existe y lo creemos como como una verdad.
Los cambios, los ciclos que se cierran y en fin las múltiples formas que tiene el destino de decirnos que se ha “agotado” el impacto primero es enfrentarse a un vacío propio. Enfrentarnos a nuestra propia soledad que nos obliga a creer que existen hadas capaces de cambia el rumbo de nuestras vidas. . Tal vez existan las hadas, pero en estos momentos se encuentran adormiladas por lo que ven y les parece bien. Las estrellas, la magia y todo aquello que no podemos explicar son una forma inconsciente de decirnos que existe una carencia o simplemente una ausencia que ha dejado de resplandecer.
Algunos vacíos dejan sus destellos entre los recuerdos que logramos ordenar, para dar sentido a la existencia. Es inversamente proporcional a la ausencia que, desde lejos, acompaña nuestra soledad. Un vacío propio que acompaña nuestro propio de la existencia.
La noche es, en parte, un reencuentro permanente con la ausencia y la nostalgia. Nos despojamos de las máscaras que hemos construido a lo largo del día, en un acto de sinceridad y amor propio (si algo queda), desprendiéndonos de un mundo vertiginoso y sin sentido, paradójicamente darle una orientación a nuestra existencia que no existe.
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